Cueva de las penas
En el año 2004 la Asociación Mortera Verde solicito la excavación arqueológica de esta cueva al Gobierno de Cantabria. Los investigadores designados para la excavación de este yacimiento fueron Ángeles Valle y Mariano Luis Serna, así mismo fueron los primeros en estudiarlo. Descubrieron que esta cueva, de aproximadamente 210 metros, había tenido un uso sepulcral y encontraron numerosos restos humanos y una colección de objetos de la época hispano-visigoda que se han datado entre el siglo VII y VIII, y que formaban parte de su ajuar funerario.
Incluyendo este ajuar funerario cinco placas de cinturón hispano-visigodas con hebillas, una hebilla decorada con serpentiformes, una fíbula anular de bronce, un pendiente de plata y vidrio, varios anillos de cobre y hierro, una cuenta gallonada de vidrio, y diversos objetos de hierro y cerámica, un hacha barbada, restos de fusayolas, un regatón de lanza de hierro, fragmentos de un recipiente metálico y restos óseos de gallinas salvajes antecesoras de las actuales domésticas.
Los broches y otros materiales descubiertos en la Cueva de Las Penas están actualmente expuestos en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC), donde pueden ser apreciados por el público y continuar contribuyendo al estudio de la historia visigoda en la región.
Los estudios antropológicos y paleopatológicos realizados por Silvia Carnicero dieron como resultado que en la cueva fueron depositados 13 individuos, de los que hay 8 adultos de entre 20 y 35 años (3 mujeres, 4 varones y un indeterminado), 4 infantiles y 1 un feto de 30 semanas. Todos ellos fueron allí depositados junto con su ajuar funerario.
Un broche damasquinado singular
Este broche con decoración damasquinada e iconografía cristiana está realizado en hierro, latón y con una hebilla de bronce, probablemente pertenece a un periodo tardío en la producción de estos accesorios, a finales del siglo VII o principios del siglo VIII.
En su parte central rectangular tiene la representación de un cuadrúpedo, probablemente un carnero, simbolizando a Cristo, mirando hacia un figura vegetal de cuatro brazos realizados con hilos de plata mediante la técnica del damasquinado. En el otro extremo circular la decoración se completa con una cruz de brazos simétricos con terminaciones en media luna.
Es un ejemplo singular de la influencia de estilos mediterráneos orientales en artesanos hispanos y prueba de la relación e influencia cultural entre estas distantes regiones en época visigoda.
Uso Funerario de la Cueva
Se ha propuesto como hipótesis que la cueva pudo haber sido utilizada como un lugar de enterramiento para víctimas de una epidemia, la denominada como “plaga de Justiniano”.
Esta teoría de la epidemia se basa en la idea de que, debido al miedo al contagio, los cuerpos eran sepultados en lugares alejados de los asentamientos principales. Esta práctica de enterrar a los muertos en cuevas alejadas de las poblaciones y de difícil acceso podría estar relacionada con intentos de evitar que los espíritus perturbasen a los vivos. En la Cueva de Las Penas hubo una destrucción intencional de cráneos, una práctica que podría estar relacionada con creencias necrofóbicas. La decapitación y la destrucción de los cráneos que se hizo en la Cueva de Las Penas eran formas comunes de asegurar que los muertos no regresaran.
La Cueva de Las Penas es un sitio arqueológico crucial para entender las prácticas funerarias y las creencias de los visigodos en Cantabria. Los hallazgos de broches de cinturón y otros materiales no solo ilustran acerca de las técnicas artísticas de la época, sino que también arrojan luz sobre cómo se manejaban las muertes en circunstancias excepcionales, como las epidemias, y las creencias sobre la muerte y el más allá.