Educación

La Cooperativa de enseñanza Antonio Robinet celebra sus 40 años mirando al futuro con la ilusión y el orgullo de los momentos vividos y compartidos

El Teatro Vimenor ha acogido este fin de semana el primero de los actos organizados para conmemorar el arrojo y la valentía de aquellos 8 profesores que, en 1983, decidieron unir no sólo su pasión por la enseñanza sino también sus ahorros para crear una cooperativa que evitara el cierre inminente al que estaba abocado el colegio que había fundado en 1971 la antigua Vidriera Mecánica del Norte (VIMENOR) para los hijos de los trabajadores de la fábrica en el pueblo 

La Cooperativa de enseñanza Antonio Robinet de Vioño celebra sus 40 años de historia mirando al futuro con la ilusión y el orgullo de todos los momentos vividos y compartidos.

El Teatro Vimenor ha acogido este fin de semana el primero de los actos organizados para conmemorar el arrojo y la valentía de aquellos 8 profesores que, en 1983, decidieron unir no sólo su pasión por la enseñanza sino también sus ahorros para crear una cooperativa que evitara el cierre inminente al que estaba abocado el colegio que había fundado en 1971 la antigua Vidriera Mecánica del Norte (VIMENOR) para los hijos de los trabajadores de la fábrica en el pueblo.    

Agustín Prieto, ese al que los antiguos alumnos siguen llamando ‘Don Agustín’, uno de los ocho cooperativistas fundadores, recordó que fue en 1982 cuando una crisis económica puso en peligro no sólo la viabilidad de la planta de Vioño sino también el Colegio Antonio Robinet, una de las instalaciones que, junto con las dotaciones deportivas y culturales, habían sido creadas alrededor de la actividad industrial.

De hecho, rememoró que, mientras se producían las primeras prejubilaciones y traslados a otras factorías de la empresa, un grupo de profesores, con él a la cabeza, iniciaron las negociaciones para garantizar la continuidad del centro educativo.

Una cooperativa creada en 1983

Agustín Prieto, quien estuvo acompañado en el escenario por otros dos de los ‘8 cooperativistas fundadores’, Emilio Díez -‘Don Emilio’- y Mª Carmen Jaimina Lanza -‘la señorita Jaimina-, explicó que “se intentaron distintas vías”.

Por un lado, dijo, la entrega del Colegio a la Administración Pública y que el claustro de profesores se convirtiera en funcionarios, a través de una oposición restringida, una opción que no prosperó o la creación de una cooperativa de enseñanza, que se materializó el 27 de agosto de 1983.

Durante su intervención, Agustín Prieto apuntó que “a pesar del mal fario -la cooperativa se constituyó oficialmente en una notaria de Santander mientras Renedo se veía afectada por las inundaciones más graves de su historia que se saldaron con tres muertos- hasta aquí hemos llegado”.

En este sentido, reconoció sentirse “muy orgulloso de sus compañeros” que, en su opinión, “han llevado la gestión mejor que nosotros”, ya que, en los comienzos, por ejemplo, el cobre de los recibos del comedor o de las actividades extraescolares se hacía con la libreta en mano. Por ello, dio la enhorabuena a los profesores actuales a los que deseó que sigan trabajando igual de bien como hasta ahora.

Un punto y seguido

Por su parte, la presidenta actual de la Cooperativa de enseñanza Antonio Robinet, Carolina Gutiérrez Perera, admitió que el de este sábado era “un día especial” para todos, un homenaje a aquellos antiguos compañeros que, por vocación y pasión, apostaron por “un proyecto diferente” que hizo posible dar vida a un modelo educativo innovador, de calidad y cercano.

Según defendió, el 40 aniversario de la Cooperativa es “un punto y seguido” ya que, a su juicio, si algo ha caracterizado desde siempre a esta empresa basada en un modelo de economía social ha sido “su capacidad de adaptación”.

Es más, auguró que este aniversario hace que “el espíritu del Robinet tome un renovado impulso”.

El mejor legado de la antigua fábrica

El alcalde de Piélagos, Carlos Caramés, acompañó la comunidad educativa del Colegio Antonio Robinet en el acto que reunió, además, a antiguos alumnos y profesores ya jubilados, que no quisieron faltar a una jornada de reencuentros, de intercambio de besos, abrazos y esas anécdotas que, tantos años después, siguen presentes en la memoria de sus protagonistas.

“Se suele decir, no sin razón, que la unión hace la fuerza”, subrayó el regidor municipal, quien aseguró que lo saben muy bien los socios que forman parte de la Cooperativa de enseñanza Antonio Robinet que, “a lo largo de sus primeros 40 años de historia”, han demostrado que  “juntos han sabido hacer frente a retos y desafíos sin renunciar a lo más importante: la educación”.

Carlos Caramés, quien opinó que ahora estamos más habituados a hablar de proyectos de aprendizaje y servicio, hizo hincapié en que el Colegio Antonio Robinet “lleva años enseñando que otras formas de aprender son posibles”.

Así, se refirió a los encuentros intergeneracionales compartidos con los usuarios del Centro de día de Renedo; las actividades escolares “a prueba de bomba”; lo certámenes como el de relato corto; concursos nacionales en los que “llevan el nombre de Piélagos a lo más alto” o su faceta más solidaria.

En la misma línea destacó la puesta en marcha del Proyecto TEI (Tutoría entre iguales) para promover el respeto, la empatía y el compromiso de toda la comunidad educativa en la resolución de conflictos.

“Vuestra actividad diaria y continuada en el tiempo nos ayuda a preservar y conservar una de nuestras más importantes señas de identidad, la de aquella fábrica cuyas chimeneas un día se apagaron para siempre, pero cuyo legado humano está más vivo que nunca gracias a esa gran familia que formáis todos aquellos que estudiasteis y estudiáis, trabajasteis y trabajáis en el Colegio Antonio Robinet”, enfatizó el alcalde.

Gracias profes por vuestra dedicación

La alcaldesa pedánea de Vioño, Inmaculada Araunabeña, fue la encargada de representar a los antiguos alumnos en la no fácil tarea de compartir con el público asistente lo que el Colegio Antonio Robinet había supuesto para todos ellos.

“Cada rincón de este colegio tiene su historia”, afirmó, al tiempo que habló de los exámenes que se hacían trimestralmente en el salón de actos, a los que comparó con “una oposición” o la misa  a la que acudían el primer viernes de cada mes. Respecto a esta última, aclaró, “era aburrido, pero no dábamos clase”.

Inmaculada Araunabeña comparó su paso por el centro educativo con un viaje que comenzó “en las clases de párvulos, en la planta baja”. Desde allí, los años otorgaban el pasaporte necesario para subir las escaleras y acceder a otro nivel, a aquellas clases de Tercero con pupitres que  se levantaban la tapa y aquellos profesores sobre los que pesaban leyendas que caían con tan sólo conocerlos, pero que se mantenían “para asustar a los que venían detrás”. “Era nuestra obligación”, bromeó.

En su discurso no faltaron las alusiones a las clases “medio vacías” con la llegada de las dificultades a la fábrica, en unos tiempos en los que no había WhatsApp ni Redes Sociales, pero sí cartas; ni tampoco los agradecimientos a quienes les enseñaron conocimientos y valores. “Gracias profes por vuestra dedicación”, dijo emocionada.